Las imágenes especulares encierran, en su perfecta simetría, anomalías ocultas. Son el espacio de lo(s) otro(s) no dicho(s), lo deseante, y deseado. Atravesarlas, recorrerlas, descomponerlas, jugar, perder(se)

martes, 15 de mayo de 2007

a caballo

Vivo a caballo en una ciudad que es a ratos nostalgia y a ratos ratonera. Tal vez por eso decidí salir de allí, siquiera temporalmente, para poder volver a enamorarme, para recorrerla con deseo, para verla y querer-estar-ahí, para sentir dolor y no alivio cada vez que vuelvo a irme. Vivo a caballo en una ciudad loca, casposa y egocéntrica. Atada al calor axfisiante del verano, con edificios recortantes, recalcitrantes. Vivo entre el kilómetro 0 y el mar, entre la lluvia y el asfalto.


Vivo liminar en un autobús, continental-auto, recorriendo paisajes eternos atravesados por veinte minutos en ningún lado, atrapada en un tiempo (4h45min) que se repite eternamente. Mil veces y el mismo, rito de paso itinerante, en perpetuo movimiento.

Vivo ahora recordando-te, deseando volver, una y otra vez, al lugar en el que no estoy. Lo peligroso de vivir entre dos mundos es que se tocan demasiado, te tocan demasiado, dejas en ellos, entre ellos, partes de tí que no sabes cómo gestionar ni cómo volver a unir. Por eso opto por vivir esta esquizofrenia de los espacios, de los lazos, de las emociones. Opto por vivirte cada vez que te encuentro, desearte aunque no te tenga cerca, querer recorrerte aunque no estés aquí.

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