Las imágenes especulares encierran, en su perfecta simetría, anomalías ocultas. Son el espacio de lo(s) otro(s) no dicho(s), lo deseante, y deseado. Atravesarlas, recorrerlas, descomponerlas, jugar, perder(se)

miércoles, 30 de mayo de 2007



Descubriste el secreto,

lo creaste,

el violeta inundó la habitación.

sábado, 26 de mayo de 2007



No eran manos,

eran ramas abrazadas

a tu piel.

viernes, 25 de mayo de 2007


¿Quién era la chica radiactiva?

miércoles, 23 de mayo de 2007

labios rojos




Eran mi único disfraz.
Te fijaste en ellos. Me tenías tan cerca...
Sólo a un susurro.
Mis labios te miraban. Te miran.
El rojo impenetrable era la tapadera.
El resto vendría después.
Fetichismo de la fugacidad

martes, 22 de mayo de 2007

amor serpenteante




Sentía su cuerpo rodeado de oro,

enredaba su pelo, invisible cabellera roja

incandescente flotando en el mar.

Era plácido descansar ahí, así,

creyendo que su abrazo iba a ser eterno.

No quedaba nada en ella que ella no supiera,

sus cuerpos ondulantes se deslizaban errantes

ajenos, imperturbables.

La belleza acuosa, atrapada en el tiempo,

era lo que se desprendeía de su silencio,

tejido por sutiles marañas de caricias.

El océano las protegía,

para siempre,

aleteando, alargando su sueño.

martes, 15 de mayo de 2007

a caballo

Vivo a caballo en una ciudad que es a ratos nostalgia y a ratos ratonera. Tal vez por eso decidí salir de allí, siquiera temporalmente, para poder volver a enamorarme, para recorrerla con deseo, para verla y querer-estar-ahí, para sentir dolor y no alivio cada vez que vuelvo a irme. Vivo a caballo en una ciudad loca, casposa y egocéntrica. Atada al calor axfisiante del verano, con edificios recortantes, recalcitrantes. Vivo entre el kilómetro 0 y el mar, entre la lluvia y el asfalto.


Vivo liminar en un autobús, continental-auto, recorriendo paisajes eternos atravesados por veinte minutos en ningún lado, atrapada en un tiempo (4h45min) que se repite eternamente. Mil veces y el mismo, rito de paso itinerante, en perpetuo movimiento.

Vivo ahora recordando-te, deseando volver, una y otra vez, al lugar en el que no estoy. Lo peligroso de vivir entre dos mundos es que se tocan demasiado, te tocan demasiado, dejas en ellos, entre ellos, partes de tí que no sabes cómo gestionar ni cómo volver a unir. Por eso opto por vivir esta esquizofrenia de los espacios, de los lazos, de las emociones. Opto por vivirte cada vez que te encuentro, desearte aunque no te tenga cerca, querer recorrerte aunque no estés aquí.

lunes, 14 de mayo de 2007

la mujer se llamaba deseo







Marilyn o la mujer soñada. El cuerpo perfecto, suave, sensual, magnético que se oculta y se muestra a partes iguales. La cicatriz que rompe la perfección de su piel altera el equilibrio de su cintura, divinizándola más si cabe.

Su belleza no está en la perfección, sino en la debilidad imprimida por las marcas que deja la vida, o una operación.

¿Cómo no admirar su rostro, sus labios, su figura? Icono hipertextualizado, simulacro del deseo, pero deseo en sí mismo. Marilyn, belleza rubia y exuberante, mil veces repetida, pero eternamente desconocida.



Ante el recuerdo de un cuerpo así... ¿qué hacer si alguien te da una pistola con 100 balas irrastreables para vengar la muerte, no accidental, de esta mujer? Ir a un lugar público donde asesinar al asesino sea más fácil, donde se pierda la pista de esa muerte, donde los millones de personas que asistan en directo a la misma no sean capaces de ver de dónde viene la bala que acabe con su vida. Esto es lo que nos cuentan Azzarelo y Risso en 100 balas. No es una tragedia el magnicidio, es una venganza, es justicia, ¿o no?





- ... parece como si fuera ayer cuando estábamos juntos, nena. Esa maravillosa sonrisa tuya...

... esas piernas, dios, esas piernas.

... dios.

... te hecho tanto de menos.

- Era la mujer más hermosa del planeta.

- Si, lo era.

- A los ojos del mundo, lo seguirá siendo. La única ventaja de morir joven.

- No parece gran cosa.

- Para usted no lo es. Pero algo es algo.

- Supongo.



(100 balas, extracto del número 27 de la serie americana: "de ídolos y conjeturas", Azzarello y Risso)